TURBO
TURBO es una comedia en 3D de alta velocidad que gira en torno a un desvalido caracol cuyos sueños se ponen en superdirecta cuando –de forma milagrosa– consigue el poder de la hipervelocidad. Pero después de entablar amistad con un equipo de espabilados y acicalados caracoles, Turbo aprende que nadie alcanza el éxito con sus solas fuerzas. Así que pone todo su corazón (y su concha) en la empresa para ayudar a sus amigos a hacer realidad sus sueños, antes de meterle el turbocompresor a su propia ilusión imposible: ganar las 500 Millas de Indianápolis.
Turbo es pequeño pero sus sueños son grandes. No contento con vivir la vida a paso de caracol, tiene una intensa necesidad de ser veloz que no admite discusión. Turbo se entrena incansablemente, midiendo su progreso con una vara de medir. (Su nueva marca: recorrer la “pista” de 91 cm… en 17 minutos). El inalterable objetivo de Turbo es el de competir en la carrera más importante del mundo: las 500 Millas de Indianápolis.
Cuando conocemos a Turbo, es algo parecido a un marginado de la comunidad de caracoles, a quien le importan poco los sueños grandiosos y mucho más fichar en su lugar de trabajo (y principal fuente de comida): la “planta” [de tomates]. El hermano de Turbo, Chet –cuyas convicciones se resumen en que la seguridad es lo primero, lo último y lo único–, comparte la insistencia de la comunidad en una vida monótona a paso de caracol. Chet quiere mucho a su hermano, pero le preocupa que la obsesión de Turbo con todo lo que se mueva rápido le lleve al desastre… ¡o a algo peor!
Volviendo la espalda a la planta, Turbo apenas ha emprendido su odisea para cumplir sus sueños, cuando es barrido desde un paso elevado de una autopista al capó de un coche deportivo, y luego lanzado a la válvula de entrada de aire del bólido. Cada átomo del cuerpo de Turbo se carga del explosivo óxido nitroso, alterando su estructura molecular. Tan anómalo accidente dota a Turbo de una velocidad increíble –puede superar los 300 kilómetros por hora– y corre como centella por las calles de Los Ángeles como si fuera una bala de neón.
Pero ni siquiera con turbocompresor es capaz nuestro héroe de obrar milagros él solo. Por suerte, el destino vuelve a cruzarse en su camino, cuando Turbo y Chet son recogidos por un tal Tito, copropietario (con su hermano Angelo) de una camioneta de venta de tacos con sede en Van Nuys (California). La actividad suplementaria de Tito –y su auténtica pasión– consiste en enfrentar a unos caracoles con otros en carreras que no se desarrollan precisamente a todo gas.
En la base de operaciones de la competición, el Starlight Plaza, Turbo conoce a los “Caracoles de Carreras”, una mezcolanza de individuos cuyas conchas tienen el aspecto de minicoches de carreras callejeras. Sus rediseñados exteriores se complementan con sus fanfarronas personalidades.
Los Caracoles de Carreras se hacen íntimos amigos de Turbo y, juntos, emprenden un viaje de aventuras en el que estrechan vínculos afectivos y casi forman una familia.
Turbo es pequeño pero sus sueños son grandes. No contento con vivir la vida a paso de caracol, tiene una intensa necesidad de ser veloz que no admite discusión. Turbo se entrena incansablemente, midiendo su progreso con una vara de medir. (Su nueva marca: recorrer la “pista” de 91 cm… en 17 minutos). El inalterable objetivo de Turbo es el de competir en la carrera más importante del mundo: las 500 Millas de Indianápolis.
Cuando conocemos a Turbo, es algo parecido a un marginado de la comunidad de caracoles, a quien le importan poco los sueños grandiosos y mucho más fichar en su lugar de trabajo (y principal fuente de comida): la “planta” [de tomates]. El hermano de Turbo, Chet –cuyas convicciones se resumen en que la seguridad es lo primero, lo último y lo único–, comparte la insistencia de la comunidad en una vida monótona a paso de caracol. Chet quiere mucho a su hermano, pero le preocupa que la obsesión de Turbo con todo lo que se mueva rápido le lleve al desastre… ¡o a algo peor!
Volviendo la espalda a la planta, Turbo apenas ha emprendido su odisea para cumplir sus sueños, cuando es barrido desde un paso elevado de una autopista al capó de un coche deportivo, y luego lanzado a la válvula de entrada de aire del bólido. Cada átomo del cuerpo de Turbo se carga del explosivo óxido nitroso, alterando su estructura molecular. Tan anómalo accidente dota a Turbo de una velocidad increíble –puede superar los 300 kilómetros por hora– y corre como centella por las calles de Los Ángeles como si fuera una bala de neón.
Pero ni siquiera con turbocompresor es capaz nuestro héroe de obrar milagros él solo. Por suerte, el destino vuelve a cruzarse en su camino, cuando Turbo y Chet son recogidos por un tal Tito, copropietario (con su hermano Angelo) de una camioneta de venta de tacos con sede en Van Nuys (California). La actividad suplementaria de Tito –y su auténtica pasión– consiste en enfrentar a unos caracoles con otros en carreras que no se desarrollan precisamente a todo gas.
En la base de operaciones de la competición, el Starlight Plaza, Turbo conoce a los “Caracoles de Carreras”, una mezcolanza de individuos cuyas conchas tienen el aspecto de minicoches de carreras callejeras. Sus rediseñados exteriores se complementan con sus fanfarronas personalidades.
Los Caracoles de Carreras se hacen íntimos amigos de Turbo y, juntos, emprenden un viaje de aventuras en el que estrechan vínculos afectivos y casi forman una familia.
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